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Emociones y rendimiento deportivo: Mirada desde la Psicología del Ejercicio

La Psicología del Ejercicio estudia cómo el movimiento físico está relacionado con los pensamientos, emociones y conductas. Esta disciplina se apoya en distintas perspectivas (afectiva, biológica, cognitiva, de la personalidad y social) para comprender cómo y por qué las personas se mueven, y cómo este movimiento transforma el bienestar integral.

Desde este enfoque, se entiende que mente y cuerpo forman una unidad. Lo que se experimenta a nivel emocional o cognitivo se refleja en el cuerpo, y viceversa. Esta interacción es constante y bidireccional. Un cambio físico puede modificar un estado emocional, y un estado emocional puede cambiar el rendimiento físico.


El papel de las emociones en el entrenamiento



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A la mayoría de nosotrxs se nos ha enseñado a evitar emociones negativas como tristeza o enojo, aunque realmente no existen las emociones negativas (o positivas). Solo emociones que pueden experimentarse de una manera más agradable que otras y que según su intensidad y duración pueden impactar en nuestra actitud, energía, concentración y toma de decisiones.

Comprender esta naturaleza funcional de las emociones es clave para reconocer su papel dentro del movimiento y el rendimiento deportivo en todas sus esferas (física, psicológica, técnica y táctica).


Jim Taylor, psicólogo deportivo reconocido, clasificó las emociones de acuerdo a cómo se sienten y al efecto que tienen en el rendimiento deportivo:


Agradables y favorables: Alegría, entusiasmo, exaltación. Motivan, fortalecen la autoconfianza, mejoran el enfoque y reducen la percepción del dolor.

Agradables y perjudiciales: Satisfacción o conformismo. Disminuyen el esfuerzo, la intensidad y el nivel de atención. A menudo aparecen cuando ya se ha alcanzado un objetivo parcial o total.

Desagradables y favorables: Frustración, enojo o miedo controlado. Aumentan temporalmente la motivación, el esfuerzo y la capacidad de superar obstáculos, aunque su utilidad es limitada en el tiempo.

Desagradables y perjudiciales: Desesperación, pánico o ira intensa. Afectan de forma negativa la motivación, la concentración y el control físico, provocando un descenso en el rendimiento.


Ahora bien, estas emociones por sí solas no determinan el resultado del entrenamiento. Su impacto siempre dependerá de cómo son interpretadas y gestionadas.


Conciencia emocional y entrenamiento saludable



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Las emociones, al igual que el cuerpo, también se pueden entrenar. Desarrollar conciencia sobre lo que sentimos permite crear hábitos emocionales más estables y funcionales. Con el tiempo y la práctica, es posible aprender a responder de forma más equilibrada, favoreciendo tanto el bienestar como el rendimiento.

Este trabajo interno no ocurre de forma automática. Implica reconocer nuestros patrones, prestar atención a las señales del cuerpo y la mente, y tomar decisiones que nos ayuden a avanzar. Este proceso no solo influye en cómo nos movemos, sino que también mejora la salud mental, fortalece la resiliencia y transforma la forma en que habitamos nuestro cuerpo.


Cuerpo en movimiento, emoción en equilibrio



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El entrenamiento consciente integra técnica, emoción y mente. Al prestar atención a las emociones y al acompañar el movimiento con empatía, se construye un espacio de desarrollo auténtico. La emoción no es un obstáculo, sino una aliada para entrenar desde la gratitud, la conciencia y el respeto por nuestro cuerpo.



Referencias

Simons, C., & Beck, M. (2023). Essentials of Exercise and Sport Psychology: An Open Access Textbook.

Taylor, J. (2001). Prime Sport Triumph of The Athlete Mind.

Taylor, J., & Wilson, G. (2005). Applying Sport Psychology: Four Perspectives.

American Psychological Association (2020). Definition of Personality.

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